El tiempo y el movimiento, son dos elementos que desarrollo conceptualmente en mi obra abstracta. Se transita la inmediatez del gesto que se convierte en cíclico por la repetición. El tiempo se espesa, se hace presente en la obra que cobra volumen. Una suerte de unidad que va tomando forma en respuesta de las articulaciones de las líneas que se acumulan en la superficie por multiplicidad y sumatoria, establecidas a partir del acto traducible de moverse, en un juego entre precisión y caos proveniente de los vaivenes del cuerpo y las acciones de repetición.
Reformulando mi experiencia como bailarina, el aspecto performático cobra protagonismo. Es decir el trazo o la marca son interpretados como la traducción de la acción, la concentración de la energía sobre el soporte, la velocidad y el control del movimiento.
Un conjunto de ejercicios reflexivos sobre las operaciones de ida y vuelta, las tensiones, direcciones y diversas intensidades de presión y gestos reiterativos.
Como en un mecanismo nostálgico de construcción, recurro a la morfología de puntos, cruces, óvalos, círculos y cuadrados como elementos primitivos que tienen la forma significativa para marcar el comienzo, el origen, el lugar al que se pertenece, el nido, el presente.
Así, durante esta experimentación formal, surgen composiciones azarosas que conforman una estructura de obra compuesta por una multiplicidad de trabajos como dibujos, pinturas, telas, collage, instalaciones, objetos, video y performance.